Individualidad

Es imposible crear una relación espiritual entre dos personas mientras ambas no hayan muerto, mientras uno permanezca vivo, es inevitable que luche hasta el fin por sostener su individualidad (hermandad, amistad, fraternidad, pareja, etc.), sostenerla a como de lugar, con violencia o con compasión, con extroversión o con introversión, con interés o con miedo, con egoismo o con altruismo, mientras uno permanece vivo, uno esta obligado a luchar por sostener la individualidad. No sólo es un deber, no sólo es una obligación, sino que en realidad es algo que es imposible desobedercer, ¡ES IMPOSIBLE!... La individualidad es intrinseca a la vida, es imposible la vida sin individualidad, o incluso: la vida es la individualidad misma, o la individualidad es la vida misma… Es imposible deshacerse de la individualidad mientras no se haya muerto, morir es la desintegración de la individualidad…

La individualidad nos obliga a enojarnos y actuar con violencia, la violencia proteje a nuestra individualidad de la desaparición. Hay una violencia básica cuando enfrentamos un peligro físico, pero también hay una violencia más sofisticada cuando alguien mancha nuestra reputación y nos pone en ridículo frente al público. El sentirnos humillados nos hace enfurecer y desear la destrucción de aquel que nos humilló… ¿Por qué?... ¡Ah que misterio es éste! ¡Ah que obscuro y asombroso misterio está inmerso en este instinto!...

La verdad que nadie quiere aceptar, la verdad frente a la cual todos cerramos los ojos para no verla, es que la humillación destruye nuestro sentido de ser individuales, nuestro sentido de estar separados y eso es doloroso para la mente… Nos sentimos únicos e individuales si somos diferentes a los demás, si somos especiales en medio de la multitud, si somos sobresalientes frente a la masa sin forma del resto de seres humanos y de seres vivos y no vivos… Deseamos ser diferentes, aparte, separados del todo, eso nos da sentido de individualidad, y cuando llega alguien y nos dice que somos una mierda apestosa, pues nos asustamos, porque ser una mierda apestosa es como ser un objeto insignificante y desagradable para todos, es ser parte de esa masa sin forma del resto de seres humanos y de seres vivos y no vivos…

Nuestra mente no quiere ser un objeto como cualquier objeto insignificante, nuestra mente quiere sobresalir, quiere separarse de todo aquello que la haga sentir insignificante, quiere separase del todo, quiere separse del Espíritu… La humillación es dolorosa para la mente, porque el espíritu así lo decidió de forma que el dolor obligue a la mente a aprender… Si no existiera el dolor y el sufrimiento, el aprendizaje simple y sencillamente no existiría, nada nos presionaría a buscar soluciones a nuestros problemas, porque sin sufrimiento los problemas no existirian y seríamos objetos sin vida y con un estado de conciencia muy basico…

El Espíritu inventó el sufrimiento y los problemas para que aprendieramos, esto es, para que desarrollaramos nuestra conciencia, el Espíritu inventó el dolor de la humillación para presionarnos a separarnos del todo social con una aguda intensidad… Esto no es una cuestión etica ni moral, esto es simplemente una estrategia que el Espíritu sigue para lograr lo que él desea: agudizar su conciencia (a través de la nuestra, que es suya), es como pellizcarse uno mismo para despertarse cuando se está somnoliento, si en vez de pelliscarte te haces piojito, pues de seguro que te duermes, el dolor del pellizco te despierta. El espíritu sigue muchas estrategias de dolor para agudizar nuestra conciencia (que en realidad es su conciencia), hay las formas básicas como es el dolor físico de cuando nos lastimamos por nuestros descuidos (lo que nos enseña a ser cuidadosos), pero hay modos más sofisticados en el dolor social: el dolor de la humillación, el dolor de la intimidación, el dolor del abandono, el dolor del aburrimiento…

El dolor engendra al miedo y el miedo nos obliga a separarnos de aquello que nos provoca el dolor, el dolor y el miedo nos obligan a alejarnos, a separnos, a aislarnos del todo. El dolor y el miedo nos fuerzan a acentuar nuestra individualidad, nuestra separación. El espíritu nos separa de él porque al estar sólos y desamparados, nuestra conciencia, nuestra energía interior, al verse sometida a tanta presión generada por el miedo y la incertidumbre, adquiere una funcionalidad muy compacta, no nos queda de otra, la presión nos obliga a cristalizar y eso implica que nuestra conciencia se hace más aguda y poderosa, es decir, aprendemos a sobrevivir…

Pero aprender a sobrevivir no basta, tenemos otro instinto que nos domina inevitablemente y es el instinto de la felicidad, deseamos ser felices y eso es contrario al instinto de la supervivencia, ya que la supervivencia nos aisla del todo dentro de nuestra individualidad, y la felicidad no se encuentra en la soledad del aislamiento individual, sino en la compañía del todo. Y esa compañía sólo se alcanza a través de la muerte de la individualidad: no hay alternativa, la individualidad debe morir, porque sólo cuando la individualidad ha muerto, la humillación de ser rebajado a una mierda apestosa no resulta dolorosa, sino divertida y deliciosa… ¡La humillación es diferente cuando estamos vivos que cuando estamos muertos!, cuando estamos vivos la humillación agudiza nuestra individualidad y nuestra conciencia, y claro que nos sentimos ofendidos, nos defendemos porque no queremos ser rebajados y antes que quedar ante todos como inferiores, nos vengamos y demostramos que al contrario somos superiores; pero cuando estamos muertos, la humillación nos rebaja al nivel del todo sin diferencia, de la masa sin forma del resto de los seres, de la mierda apestosa que no es nada excepto corazón y allí encontramos comunicación y compañía en ese todo de seres que es el Espíritu, encontramos afecto y diversión sin fin en el simple ser una mierda apestosa, la humillación de ser una mierda apestosa libera totalmente al corazón pero si y sólo si nuestra individualidad ha muerto.

Para el corazón es gozoso poder ser como ha sido desde siempre, un ser insignificante no sobresaliente, no diferente, no único, no especial, sino igual a todo, porque en realidad él es el todo, esa es la maravilla: nuestro corazón no es algo que esta dentro de nosotros, en realidad nuestro corazón es el todo, nuestro corazón es el universo, nuestro corazón es el Espíritu…